Libertad


Buscar nuestra libertad...
así  ha sido siempre.

Nos han dicho que no somos esclavos,
sin embargo añoramos ser libres.

Cuan necio es confirmar esta paradoja...
este profundo disparate.

Es que han puesto en nuestra mente
imágenes de novelas y largometrajes.

Cadenas rompiéndose,
grilletes quebrándose.

Aguilas tomando alto vuelo,
Veleros navegando mar adentro.

Héroes con envestiduras de banderas y fusiles,
muros entre pueblos que terminan cayendo.

Se nos repiten estas historias
hasta convencernos que la esclavitud es otra cosa.

Relatos históricos de quienes buscaron su libertad,
maquillados para convertirlos en otro artículo de moda.

Manipulados hasta pintar dramas romáticos que generen fortunas,
mientras nos distraen para no darnos cuenta de  nuestra propia miseria.

Como ese niño que está en pleno nacimiento
y sin pedirlo ni saberlo, ya carga con las deudas de sus padres y compatriotas.

Clases obreras obligadas a pagar el deterioro del mundo,
cuando la burguesía lo perpetró para llevar al límite sus riquezas.

Ignorancia a todos los niveles y escalas,
metódicamente impartida para hacernos siervos dóciles y manipulables.

Desde niños programados para comprar, producir y para ser competitivos,
porque en eso consiste el éxito y una vida respetable.

Amantes de esos fabricantes despiadados que saquean nuestros bolsillos,
porque dicen vendernos estatus y posición con sus artículos desechables.

Defensores y fanáticos de instituciones espirituales
que le roban todo a los pobres con venta de milagros o con amenazas infernales.

Hoy, al igual que en toda la historia humana,
la libertad equivale al nivel de riqueza de alguien.

Libre es quien puede comprar su futuro,
su cultura, su justicia, su suerte, su linaje.

Así será,
No sabemos hasta cuando, hasta donde.

Pero malditos sean los que asi mismos se encadenan y se ponen grilletes,
los que no logran ver este escenario donde nos mienten con actuaciones.

Maldito sea quien no se indigne por el poco valor que tienen nuestras manos,
en el reducido espacio de las empresas que nos absorben.

Maldito sea quien disfrute de su miseria, de su ignorancia,
quien disfrute de las deudas que hereda y las que adopta.

Maldito sea quien defienda a fabricantes y modas,
quien crea que el valor de la vida es equivalente a mercancías absurdas.

Aquel que tenga por ídolos a reyes, gladiadores  o prostitutas,
aquel que prefiera tener por credo tantas mentiras.

Maldito el ciego que no sueñe con alcanzar la vista
Maldito el cojo que cambia sus pasos por una mísera limosna.



Andrés Guzmán   (Martes 10, Junio 2014)